El karma
Fecha de publicación: 04 Mar 2020
¿Qué es el Karma? ¿Cómo se puede limpiar el Karma si no sabemos lo que es?
La Ley del Karma es una de las verdades más antiguas que se conoce y que ha sido revelada a la humanidad por grandes maestros, incluso por Jesús. Los cristianos de los primeros siglos creían en la reencarnación fielmente. Numerosas citas bíblicas así lo demuestran, pero en el siglo III, cuando la Iglesia adquiere poder en Roma y la religión católica se hace oficial, se espulgan textos y se hacen innumerables correcciones.
El entonces naciente catolicismo, que llegaría a ser una institución política muy fuerte, suponía que si las personas creían en la reencarnación no le tendrían miedo al infierno. Esa era la única manera pues que tenía la Iglesia de poder mantener a la población bajo el yugo del temor, que es el modo como se controla a la gente; con el miedo y la falta de información.
La única manera de mantener la sumisión era romper todo definitivamente, quemar aquello que le diera a sus seguidores el indicio de la posibilidad de rehacerse, de construir sus vidas en próximas vidas. Así las cosas, si todo se acababa en ésta, tendrían que seguir con los legados, con todas las normas de la institución.
Algo similar sucedió con el celibato de los sacerdotes en el siglo IV, los que hasta entonces tenían sus relaciones de pareja, su familia y sus hijos. Cuando la Iglesia empezó a necesitar dinero y poder, dedujo que si además de al sacerdote tenía que alimentar a su familia, el dinero le se iría más rápidamente de sus arcas. Es así como se da cuenta que en el siglo IV la Iglesia Católica decidió que los clérigos, a partir de ese período, deberían ser célibes y no tener relaciones, ni familia, persiguiéndoles incluso a los que mantenían la tesis de que existían otras vidas físicas después de esta. Por tal motivo, la Iglesia quiso colonizar otros Estados, otros países, esclavizar continentes, haciéndoles creer a sus fieles que si no seguían sus normas acabarían quemados en el infierno.
Mediante la intolerancia, la arrogancia y la inquisición, se efectivizó la dominación de otros pueblos, destruyendo las creencias de los fieles más profundos, humildes y sencillos del catolicismo. Hoy día inclusive, en aquellos países fundamentalistas donde la religión es oficial -como es el caso de Afganistán-, hay una gran intolerancia y un exagerado fanatismo que causa dolor, tristeza y muerte. Es que en nombre de la religión se han asesinado, torturado y esclavizado a millones de seres humanos.
Sin embargo, en el fondo y en esencia, todas las religiones enseñan lo mismo, y cuando las personas de buena fe se unen para encontrar los puntos comunes de todas ellas, surgen hermosos movimientos espirituales como el que está floreciendo hace ya unos años de la “Nueva era”. Maestros tan maravillosos como Yogananda, Sai Baba, o San Francisco de Asís, no se aprovecharon de personas moribundas para convertirlas al catolicismo que ellos practicaban con fe y devoción, sino que les ayudaron a dejar su vida en paz, aún teniendo los seres padecientes de dolor otra creencia religiosa, como la musulmana, en un ejemplo acontecido con la madre Teresa de Calcuta.
La Ley del Karma es la ley de la justicia divina, de las oportunidades de crecimiento y evolución cuando hacemos algo positivo, por ser el acto bueno en el sentido universal; no porque esté escrito en alguna constitución o ley, sino porque es bueno por naturaleza. Porque cierto es que hay muchas leyes injustas. Por lo tanto, ejerciendo el bien estaremos generando “buen Karma” y de lo contrario el “mal Karma”.
El buen Karma no consiste en no tener dificultades, si no en tener la actitud mental, espiritual y personal adecuada para entender lo que está ocurriendo y sacar el mejor partido de esa situación. Por ejemplo, hay personas avaras y egoístas que necesitan dinero, capaces de matar para obtenerlo y de suicidarse si lo pierden. Podríamos decir que estas personas son pobres porque teniendo dinero no son felices, por lo que están pagando un Karma; y que hay otros que sin tenerlo son felices, por lo cual están adquiriendo un buen Karma.
Cuando entendemos todo esto, no juzgamos a nadie ya que nos damos cuenta que cada cual está dando lo que puede según su entendimiento y según su escala evolutiva. Por eso, si alguien trata de herirte y eres una persona con un alto estado de conciencia, nada te inspirará compasión al darte cuenta que las buenas personas nunca tratan de herir a nadie; y advertirás que si alguien lo está haciendo es porque no están evolucionados. Así de simple y sencillo.
Hay personas que ya nacen con muy lindo Karma porque han adelantado mucho, algo que notamos cuando entramos en contacto con ellas sintiendo esa vibración de amor, tolerancia y respeto. Y, lamentablemente, hay otras que atraen el Karma negativo y lo emiten en su aura, trasladando esta energía a un espacio en el cual no queremos permanecer.
Hay que tener compasión por esas últimas personas, lo que no implica sentirnos superiores, ni adoptar la actitud de juzgar. Compasión es lo que dijo Jesús: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Pero para amar, como nos decía el maestro Jesús, hay que saber cómo es eso de “amar”, y lo tendré que hacer primero conmigo. No hablo de ese amor egocéntrico sino del amor Universal, profundo, por el que el Tu y el Yo no existen sino que existe un nosotros. Así, sentiremos que de la misma manera que todos los ríos conducen al mar, todos los caminos de evolución conducen a Dios, a la totalidad, a la sublime energía, al cosmos, y que al final de la jornada, como gotas de agua nos incorporaremos al océano.
Una gota no evolucionaría si pensase “¡qué horror, dejaré de ser gota!” Pero una gota evolucionada diría “¡qué maravilla, voy a convertirme en océano!” Solamente cuando tengamos esta segunda actitud estaremos listos para entrar en esa gran dimensión, donde el tiempo no existe y la eternidad es la única realidad. Será entonces cuando, luego de tantas lecciones, de haber experimentado y aprendido lo suficiente, podremos sentirnos como dioses.