El dolor
Fecha de publicación: 04 Mar 2020
El dolor es un camino transitable que en sí no es positivo ni negativo; todo depende de la actitud que adoptemos a la hora de enfrentarnos: negando la experiencia o aceptando lo sucedido.
Por ejemplo, en el ataque al corazón que sufrió Santa Teresa de Jesús, que fue posiblemente lo que la condujo a seguir un determinado camino en la vida, o las conocidas visiones que tenía Hildegarda Bon Bingen (compositora, poeta, naturalista, fundadora de conventos, teóloga, predicadora, taumaturga y exorcista) quien desveló los secretos de la creación y la redención, y la mutua relación entre las obras creadas, otorgó guías de conducta para alcanzar la vida eterna y se ocupó del funcionamiento del cuerpo humano, sus enfermedades y remedios. Sus libros teológicos tienen la frescura de lo verdadero e inmutable, y sus libros médicos demuestran una fantástica fuente de salud. Todo ello estaba extremadamente relacionado con sus migrañas.
Dos mujeres extraordinarias que recibieron los mensajes que querían comunicarles sus respectivas enfermedades. Sin olvidarnos de Jiddu Krishnamurti, que también sufría terribles dolores de cabeza y jaquecas que lo tenían durante días en habitaciones oscuras y que jamás se quejó del dolor. Un iluminado, sin duda. Un hombre trascendido en un cuerpo físico.
Creo, por otra parte, que la cultura que hemos recibido forma parte indispensable en el cómo nos enfrentamos a una situación, desde la ceguera propia y proyección, es decir, señalando hacia afuera o desde la responsabilidad y auto conocimiento, es decir, asumiendo desde dentro.
La semana pasada tuvimos un programa que ha tenido una repercusión extraordinaria. Durante toda la semana he estado recibiendo llamadas, mensajes, whatsapps y correos pidiéndome los teléfonos de algunas de las personas que hablaron conmigo esa noche, o sencillamente dejando justificación de cuan hondo les habían tocado esas revelaciones.
Para los que no escuchasteis el programa, tuvimos tres importantes testimonios; dos de ellos de padres que habían perdido a sus hijos: Vilma vio morir a su hija de 41 años de cáncer; Pedro y su esposa en 48 horas tuvieron que despedirse de un joven hijo que falleció de muerte súbita. Y siempre la pregunta es por qué a mí o por qué no a mí y sí a ellos.
La muerte, finalmente, es el acontecimiento más importante que tiene la vida. El misterio Sagrado de la existencia misma.
Del mismo modo que para la medicina convencional la enfermedad es negativa y hay que luchar contra el síntoma, una nueva medicina que nace desde un lugar más transpersonal, -comprendiendo el mensaje curativo del alma-, entiende que los síntomas son una extraordinaria oportunidad de crecimiento. De modo que, en lugar de unirnos al paciente para luchar contra los síntomas, debemos unirnos a los síntomas para reconocer qué falla en el paciente.
Hay un médico en este programa, Rafael Méndez-Cobos, sevillano, Español, que más de una vez ha dicho que todas las enfermedades se curan, pero no todos los enfermos.
¿Realmente tiene la muerte un mensaje curativo? La Asamblea de Madrid ha aprobado este jueves por unanimidad la Proposición de Ley de derechos y garantías de las personas en el proceso final de la vida, que reconoce el derecho a recibir cuidados paliativos integrales, que incluyen el tratamiento del dolor y la sedación paliativa, y a elegir recibirlos en el propio domicilio. Asimismo, la ley garantiza una habitación individual durante su estancia en hospitales, así como autorización para que el enfermo terminal pueda estar acompañado permanentemente por una persona familiar o allegada.
Sus detractores, La asociación Vida Digna considera que esta Ley "abre la puerta a la eutanasia encubierta".
Esta semana he trabajado con dos películas que tenían que ver con la pérdida; en un caso el de una madre que da a su bebé en adopción, TODO POR MI HIJO del director Tom Gunn; y en otro caso, una pareja que afronta la muerte accidental de su hijo de distintas formas, y es ello que hace que se vean obligados a replantearse su vida y su matrimonio.
El niño, de cuatro años, muere accidentalmente porque se ahoga en una piscina. Trabajé durante algún tiempo, -relato que queda plasmado en mi último libro Cómo distinguir el buen amor del mal amor- con un padre que no podía desprenderse de la culpa por la muerte de su hijo. Relato muy similar a esta película chilena que se titula La memoria del agua.
Como casi todas las parejas que viven la muerte de un hijo pequeño, éstos acaban separándose. Y el caso que nos ocupa, es la madre la que decide abandonar el lugar de los hechos, la casa común y comenzar una relación con un antiguo novio para reintentarse una nueva vida.
La pasión del niño de nombre Pedro, era la nieve.
Tras un tiempo de distanciamiento y rechazos de la protagonista al padre de su hijo muerto, un día, en Santiago de Chile, nieva sin parar. La nieve era la pasión de su hijo Pedro.
Esa mágica escena en la que se puede ver la reacción de ambos padres viendo la nieve caer, hace que por primera vez sonrían. Como si en cierto sentido estuvieran tocando y recibiendo un mensaje de su hijo; hasta el punto que él se dirige hasta donde trabaja su ex mujer, se reencuentran:
-¿Qué piensas bajo la nieve? Le pregunta él.
Y ella emocionada le dice:
-No sé.
Él le responde:
-¿Pero crees que esto significa algo?
Y ella volvió a responder:
-No sé.
Y se abrazan.
-¿Quieres que demos una vuelta? Le pregunta él.
-Sí, responde ella.
-¿Una vuelta larga o corta?
Y ella responde:
-Larga.
Ahí parece que restauran la relación y deciden viajar al Sur de inmediato. Vuelven a amarse y a tocar en cierto sentido la felicidad.
A la mañana siguiente en una cabaña típica de la Patagonia Chilena, ella sale a caminar entre los bosques de pino y eucalipto hasta pararse frente a un lago.
Mira el agua, “La memoria del agua” y el pasado se la come.
Sucede esta conversación cuando él la encuentra:
-¿Qué pasó?
-Ella dice, no sé.
-No, dime, dice él.
-Por un momento me acordé de cuando estábamos bien, antes de lo de Pedro, cuando éramos novios. Esto es como borrarlo, como si no existiera.
Y él responde:
-No es así.
-Si nosotros somos felices él no existe. Se borra del universo. Yo no quiero borrarlo del universo. Él se borra del universo, yo no quiero borrarlo dos veces. Por la noche me despierto y me entran ganas de ir a verlo, a su cama. ¿Te acuerdas como me llamaba por las noches? Pues entonces me levanto y camino y voy hasta la mitad del pasillo. Me doy cuenta de que no está. Y me quedo ahí, congelada, sin saber qué hacer porque él no está. Y no quiero volver a mi cuarto. Prefiero quedarme ahí, suspendida para siempre porque sé que es bueno. Es bueno sentir ese vacío, porque eso significa que está presente. Es enfermo, pero me lo estás quitando.
Y Javier, el protagonista, responde:
-Pero no te lo puedo quitar porque él está aquí con nosotros.
Y ella responde:
-Mentira. La gente dice que él está aquí en mi corazón y no sé qué más estupideces. Es mentira. ¿Dime en qué parte está, muéstrame en qué parte está para sacarlo y poder mirarlo de nuevo?
¿Sabes lo que he pensado? He pensado en el momento que se estaba riendo ahí. Me iba a dibujar un bote. Esa fue nuestra última conversación. Entonces alguien llamó por teléfono. 30 segundos. Tenía que haber estado ahí. 30 segundos.
-Nadie tuvo la culpa. Dice él.
-No, te equivocas. Todas las personas del mundo tuvieron la culpa. Yo la primera. Tú por no estar. Y el tipo que llamó por teléfono, el que construyó la piscina. No sé. Tu tía Maite, que no nos invitó a la playa ese fin de semana y sí lo hizo la semana anterior. ¿Te acuerdas? Nadie es inocente. Pedro sí. Pedro es lo único inocente y verdadero en todo el mundo. ¿Cómo quieres que piense en ti, en mí, en nada? Simplemente, ¿cómo quieres que piense en algo? No me lo quites. Por favor, no me quites a mi hijo. Necesito volver. Quiero irme a Santiago, ahora, y dejar esto. Me hace mal esto.
-Nadie quiere olvidarlo. Ya lo perdimos a él. No nos perdamos a nosotros. Quizás hay un plan. Quizá Pedro envió la nieve para que sepamos que no estamos solos. Que tenemos que estar juntos.
-Nevó por un frente caótico de algo que hay en el clima. No hay ningún plan. Estamos solos, Javier, solos en el universo y a nadie le importa una mierda. Todos, tú, yo, la gente a la que amamos. Estamos todos perdidos. No sé. Ahí, a la deriva. Esperando que alguien vaya, un padre, y nos saque. Es mentira. No existe nadie. Y a nadie le importamos.
-Tú me importas. Hay un sentido.
-No, mi amor. No hay ningún sentido. Yo ya no tengo a mi hijo. Eso es todo. Eso es todo lo que importa en el universo.
(…) Tremendo diálogo. Pero a la vez, como la vida misma.
Al margen de estas dos formas de vivir un mismo DOLOR, quiero resaltar nuestro mensaje de esta noche. El TREMENDO MALENTENDIDO que tenemos cuando CREEMOS QUE SI SUFRIMOS, AMAMOS. Y que superar el dolor y retomar la vida, tarde o temprano, hará que olvidemos. Que su voz se pierda entre las voces del éter… y desaparezca por completo.